En el sufismo -la espiritualidad del Islam- uno de los recursos que se han utilizado para provocar un estado del alma predispuesto a la inspiración divina es la música.
Los poemas que se cantan son composiciones místicas de maestros sufíes como los andalusíes al-Shushtari, Ibn al-Arabi, Abu Madyan, o el magrebí ibn al-Harraq, o los orientales Ibn al-Farid, Suhrawardi, entre muchos otros.
Estos cantos siguen tipos melódicos definidos, que tratan de acompañar el alma, de hacerla sentir bien, relajada, para que deje espacio a vislumbrar entre los versos los significados que se esconden entre los versos que hablan sobre el amor, la ebriedad, la unión con el amado, la compañía de los rectos, la pasión, o la pena de quien añora su paraíso perdido. También hay poemas de loanza al Profeta del Islam, o composiciones sobre sobre los estados o las enseñanzas de determinados maestros, que tratan de empujar a quien la escucha a emular sus actos, adquirir sus nobles virtudes y a la superación de uno mismo, a vencer la pereza y a partir en la búsqueda del Bienamado.
La sama africana sigue estos patrones, pero el componente rítmico adquiere una gran importancia. Desde letras con estribillos más contundentes, con ritmos marcados, con juegos de voces, hasta la percusión y el ambiente festivo de los Baye Fall, donde se trata de provocar también al cuerpo, para que se
Gracias a la desinteresada colaboración de las cofradías Bouthchichi, Tiyani y Qadiri, podremos disfrutar de una sesión de música, donde encontrar un oasis de belleza y reposo para las almas.
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